NOTICIAS | 16 ABR 2025

La angustiante espera de los pateadores que claman por un embarque

En su mayoría son marineros de Corrientes que vendieron todo para llegar a Puerto Deseado.




En el muelle no son más de siete, pero su andar incansable es símbolo de una espera que se vuelve eterna. Son los marineros desocupados, conocidos como pateadores, que cada día recorren la zona portuaria de Puerto Deseado con la esperanza de conseguir una guardia. Cerca del mediodía, muchos terminan en la sede del SOMU, donde el tiempo se congela entre silencios, mates y miradas perdidas que sueñan con un golpe de suerte: un embarque, una señal. Pero los embarques no llegan. Y cuando lo hacen, parecen tener nombre y apellido.

“No podemos hablar mucho… Siempre los embarques son para los mismos, para los amigos o los conocidos. Si decís algo, hasta perdés el lugar para esperar”, dice uno de los trabajadores, que prefiere mantenerse en el anonimato por miedo a represalias.

La realidad golpea fuerte. La mayoría lleva más de dos meses sin conseguir un embarque. Viven como pueden, compartiendo piezas de alquiler con baño común y casi sin comodidades. “Nos tocó llegar a un lugar donde te alquilaban la pieza, pero sin colchón. Dormir en el suelo te parte el alma”, cuenta a Mar&Pesca otro marinero.

La situación es tan crítica que muchos han dejado todo para venir a Puerto Deseado, incluso endeudándose, y el regreso con las manos vacías nunca está contemplado pero algunas veces ocurre y eso causa dolor.

“Vendí lo que no tenía y hasta saqué un préstamo para poder llegar aquí. ¿Con qué cara vuelvo ahora a Corrientes si no conseguí nada?", reflexiona otro trabajador, visiblemente desmoralizado.

Con la temporada de los poteros finalizada, las pocas oportunidades que quedan son las guardias de puerto. Sin embargo, hoy los buques ya no demandan personal como antes. “Con dos personas alcanza para atender seis barcos en andana. Algo cambió para mal en el SOMU, y de a poco fueron desapareciendo nuestros derechos”, reclama con bronca uno de los pateadores.

“Ni un pan viejo”

Los marineros no solo enfrentan el abandono laboral, sino también la indiferencia social. Algunos comparan la solidaridad que recibían en sus lugares de origen con la frialdad de algunas personas de este rincón patagónico.

“Allá, al cerrar las panaderías reparten el pan del día que sobró. Aquí hasta el pan viejo te lo cobran”, relata otro marinero, que confiesa haber pasado la tarde sin siquiera un mate cocido.

La indignación crece cuando ni siquiera lo más básico parece accesible: “Aquí, el "no" duele más. Que te nieguen un pedazo de pan, duele más que la falta de trabajo” concluye, con tristeza uno de los tantos olvidados del muelle.